Para
el año 1992, las mesas de las salas de redacción de los principales
diarios de Panamá aún estaban dominadas por la presencia de las
enormes máquinas de escribir Olympia, las cuales en una sinfonía de
tecleos, servían mecanográficamente a los periodistas para hacer
sus noticias.1
Sin
embargo, para ese mismo año comenzó a notarse en alguna mesa
solitaria una pequeña caja crema con pantallita gris y manzanita
mordida en su esquinita.
Su
presencia maravillaba a los veteranos de la pluma, acostumbrados a
tachar a golpe de xxxx/// o corregir con bolígrafo sus textos, antes
de enviarlos al taller de levantado en columnas, según las medidas
de picas indicadas por ellos. Pero dicha presencia causaba a la vez
temores y resistencia en cuanto a tener que enfrentarse a lo
desconocido. Encarar a una tecnología cuya referencia era que, por
lo difícil, solo la utilizaban ingenieros o expertos informáticos.
Así también estas maquinitas con apariencia espacial asustaban a
los novatos reporteros que se iniciaban en las tareas de informar sin
haber conocido una de estas en la universidad.
Sería
cuestión de tiempo darse cuenta que las Macintosh (Apple)
no complicaban la vida, sino que facilitaban las tareas. Estaban
pensadas para su uso en el hogar y el trabajo, con softwares
innovadores, principalmente para el tratamiento de textos e imágenes.
Entre
tanto, por el lado de las telecomunicaciones, los periodistas de
aquellos medios que se atrevían a invertir en avances experimentaban
con el teléfono satelital, perfecto para despachos al minuto en
radio y televisión; era un aparato proporcional a una caja de
zapatos de mujer con una gran antena desplegable (el prototipo de los
celulares más pequeños de la actualidad).
Simultáneamente, los noticieros de TV ensayaban transmisiones en directo desde las llamadas unidades móviles, hoy día una de sus más grandes fortalezas.
Simultáneamente, los noticieros de TV ensayaban transmisiones en directo desde las llamadas unidades móviles, hoy día una de sus más grandes fortalezas.
Además,
los jefes de las redacciones de periódicos, radioemisoras y
televisoras aprovecharon la idea de asignar beeper a sus
reporteros. Dicho dispositivo pequeño se había hecho útil, especialmente para profesiones como los
médicos y algunos reporteros, a finales de los 80 en Panamá. A través de mensajes
dictados por teléfono a una operadora, el portador tenía una
especie de secretaria móvil que se los repetía en donde estuviera
casi al instante. Luego, en los 90, se pasó a los mensajes de voz en
los que el portador escuchaba una grabación instantánea de quien lo llamaba y
después –para mayor privacidad, para mediados de los noventa–, los mensajes fueron transformados a texto con alertas de sonido y vibración. Eso hasta que irrumpió con fuerza el celular, entre 1996 a 1999, especialmente los dos últimos años de dicha década.
Fue
a mediados de los 90, cuando también se comenzó a instalar las
plataformas y conexiones pioneras del internet en nuestro país.
Primero, mediante el nodo PANNet impulsado por la Universidad
Tecnológica de Panamá (UTP) y la Universidad de Panamá (UP), y
posteriormente de forma comercial tras la semiprivatización de las
acciones de la otrora empresa de telecomunicaciones INTEL, entrado el año 1997.
1Ocupaban
también las salas de noticias de los canales de televisión y
radioemisoras.
Otros títulos relacionados:
Yo recuerdo esos días compañero allá en El Siglo. Me costó mucho cambiar mi vieja máquina de escribir por los ordenadores. Fueron grandes tiempos del periodismo panameño. Saludos Compañero ¡¡
ResponderEliminarUn abrazo Lester, recuerdo bien esas experiencias. Éxitos amigo por allá en España!!!
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