Antes, los ciudadanos solo buscaban las
noticias en el puesto de venta de periódicos, la calle o
sintonizando el canal y la emisora favorita. Hoy, estamos en la era
en que las noticias llegan directamente a los bolsillos y carterones
de los usuarios de una serie de dispositivos inalámbricos.
Y es por eso que actualmente los medios
de comunicación social tradicional (radio, televisoras y diarios)
protagonizan los envíos de alertas noticiosas a los usuarios de
celulares, correos electrónicos, computadores y tablets. Todos con el
afán de competir y ser los primeros en actualizaciones. Si bien esto
todavía no les genera grandes ganancias monetarias directas, sumar
seguidores es una batalla importante entre los medios frente al
abrumador volumen de información que se genera al instante en las
redes sociales digitales, por cierto, también la nueva trinchera de
los políticos.
En lo personal, no veo a mi hijo (13
años), o a los hijos de mi hijo, comprando a los 20 un periódico, ni
llevarlo debajo del brazo.
Algunos medios nacionales ya se han convencido de que deben estar con y en la cibertecnología, subirse a su
rueda que no parará de avanzar, para poder seguir adelante.
Otros aún no creen en el final de Noé, o simplemente no aceptan la evolución total a lo digital, principalmente los diarios. Y es en
esta realidad que se enmarca el periodismo de la actualidad, en la
inmediatez, la instantaneidad cibernética, aunque igualmente considero
que siempre se impondrá la necesidad de información profunda y
seria.
En cuanto a la noticia, los medios
compiten por ser el primero en decir algo que acaba de pasar,
divulgar un video de algún incendio o protesta, repetir lo que
alguien del gobierno o personalidad pública escribió en las redes.
Pero la inmediatez también es peligrosa para el periodismo. No en
vano se suele ver despachos de TV en vivo en los que un reportero
repite muletillas o frases una y otra vez, sin informar casi nada. Repetir y más adelante repetir se convirtió en rutina.
Incluso, en las versiones digitales de diarios, televisoras y
emisoras tradicionales es común que algunos reescriban lo mismo que otro publicó, casi que con las mismas palabras, anunciando que en minutos
será ampliada la nota.
Lo anterior exige una mayor preparación al periodista y voluntad de los dueños de medios para invertir en mejores reportajes,
crónicas, investigaciones, artículos de opinión y análisis. También para que su personal domine las herramientas tecnológicas que potenciarán los contenidos editoriales en el internet. De esto
dependerá la calidad y efectividad de los mismos.
Tomando en cuenta las palabras de
Ignacio Ramonet, estoy seguro que el periodista como tal –
intermediario entre el hecho, el medio y la audiencia –, no se
extinguirá, siempre y cuando sepa potenciar los géneros
periodísticos usando los formatos multimedias, solo hay que
aprovecharlos en bien del oficio y la sociedad. Solo quedará
sepultado el diario y el periodista que no vislumbre la producción
digital de los géneros periodísticos.
Si viajáramos al pasado veríamos con
claridad que estos cambios y retos no son nuevos, lo nuevo son las
herramientas tecnológicas digitales. En la época Medieval los
reyes y pueblos debían esperar días a que llegara un heraldo a
caballo con información de otros reinos, o en lado opuesto, enviar
su mensajero para que diera a conocer las buenas y malas nuevas y
esperarlo con las respuestas. Luego, con la imprenta, la actividad de
hacer noticias ganó un empujón que hizo posible la emisión de
información diariamente, igual que otras tecnologías dieron
competencia informativa con la aparición de la radio y la
televisión.
Ahora, con el internet, el periodismo
convencional tiene enfrente una puerta dimensional que ha vencido la
distancia y el tiempo de comunicación con distintas audiencias en el
país y exterior; definitivamente un desafío para un oficio en el
que equivocarse es casi imperdonable y cuesta credibilidad.
Ya no vemos al heraldo en caballo y las
rotativas van por el mismo camino, al menos en lo que es hacer
periódicos, pero la información veraz sigue siendo vital.
Todo el
mundo quiere saber la verdad, no verdades a medias, ni informes
dudosos e incompletos, ni especulaciones. Y cuando ya se ha
confirmado un hecho, resulta que la audiencia exige mayores detalles
de inmediato, algo que para los diarios está siendo un tormento y
presagia que, en pocos años, ya no será opción salir mañana en
papel con lo mismo que todos supieron hoy, sino salir hoy con todo, y
ese hoy está en abordar el transbordador del internet.
Ahora, ante esta
vorágine informativa instantánea que puede enloquecer a cualquiera,
imagine por un momento a 100 mil personas suscritas recibiendo
información periodística investigada y de calidad, solo por un
dólar al mes. Después de todo, la información, nunca dejará de
ser un negocio.
Entrada de La Estrella de Panamá (fundado en 1849), vieja Linotipia (i)
y expendedora de diarios (d). Foto Laggon19.