Poco
después, en 1998, empezarían a verse los primeros celulares en las
manos de empresarios, ejecutivos y algunos periodistas. Éstos se
posicionaron rápidamente en el mercado panameño y se hicieron más
necesarios en la vida y faena de cualquier persona, el preámbulo de
una batalla entre empresas por ganar la mayor cantidad de clientes.
En
estos años, diarios nacionales como Panamá América y La
Prensa ensayaban versiones digitales de sus ediciones diarias en
la web. Enfrentaban, por ejemplo, problemas de diseño para las notas
y de mejor tamaño para las fotos, las cuales solían ser muy
pequeñas debido al peso que significaban electrónicamente.
En
lo que respecta a información y bibliografía sobre la novedad del
internet en Panamá y el mundo, igualmente había dificultades.
En
1999 yo terminaba mi tesis de Periodismo, La versión en Internet
del diario Panamá América: El periódico del futuro,
y precisamente era un reto lograr material académico para
sustentarla. Salvo algunas revistas especializadas que rebusqué en
las bibliotecas de la Universidad Tecnológica, donde por suerte
laboraba, y algunos libros – más que todo técnicos – era escasa
la bibliografía existente y tuve que apoyarme con algunos libros que
traje de Valencia, España, donde hice estudios como becario de
intercambio.
No
obstante, a principios del año 2000, las salas de redacción
panameñas, no solo estaban totalmente computarizadas, con alguna que
otra Olimpia arrumbada en una esquina que a veces utilizaba algún
veterano resistiendo el tiempo, sino que también agregaron la
conexión a internet, al servicio de los periodistas.
Pronto
los correos electrónicos personales tomarían lugar debajo de los
nombres de los periodistas en las noticias, a bien de recibir
mensajería directa de los lectores.
La
revolución digital en los medios de comunicación social ya no era
cosa del futuro.
Inclusive,
en pocos años la popularidad de algunas redes sociales y lo que en
ella se postea, como es el caso de comentarios de autoridades
gubernamentales, religiosas o figuras políticas, ha tomado espacio
significativo en las páginas de los diarios, revistas, segmentos en
la televisión y en las emisoras radiales.
Ahora
los propios ciudadanos igualmente participan de manera directa a
través de estas redes, interactuando a favor o en contra de lo que
ocurre local e internacionalmente, algo que desde el inicio del
periodismo solo era posible mediante el envío de cartas postales que
no tenían como garantía una respuesta del periodista –y menos que
fuera publicada–, tampoco de la autoridad o de figuras públicas,
según el caso.