Tratar el tema no solo sustenta la urgencia de ajustar la
variedad de géneros periodísticos al entorno digital, más allá de la noticia
simple, sino que también dimensiona la cantidad creciente de artículos y
entrevistas publicadas sobre las opiniones y vaticinios de reconocidos actores
del periodismo, la mayoría cada vez más convencidos de la “mala noticia”.
“En 20 años no habrá más periódicos impresos.
Si lo hacen, tal vez serán considerados un artículo de lujo en algunos hoteles”,
sentencia Jeff Bezos según una entrevista dada a la revista Berliner Zeitung de
Alemania, la cual cita una publicación del diario La Prensa en Panamá (El periodismo se juega su futuro en la era digital,
2014).
Irónicamente el
artículo de este reconocido diario impreso nacional se inicia con una entrada breve que al analizarla admite la incompetencia
del papel periódico: “Con Internet y la explosión de redes sociales, la prensa
impresa se ha quedado pequeña”. Su texto destaca la creencia equivocada de que
cuando Bezos, magnate millonario de Amazon, adquirió el legionario diario The Washington Post, muchos pensaron que
pronto encontraría la fórmula para cambiar el futuro de los diarios impresos y
hacer rentables las ediciones web. Mas su visión subraya la desaparición de los
periódicos y que la lectura será a través de las tabletas digitales.
Por su parte, Gumersindo Lafuente, considerado en España
el precursor del periodismo digital de habla hispana por impulsar las versiones
digitales de El País y El Mundo ––director de elmundo.es–– y crear el sitio
informativo soitu.com, piensa igual
que Bezos, aunque sin bajar la guardia. Prevé el cambio supremo a lo digital,
pero solamente sobrevivirá la marca [nombre del diario impreso], siempre que se
mantenga la credibilidad y se siga siendo útil a la comunidad (Diario La Prensa, 2014):
“Si hay un futuro para
el periodismo y para los periodistas, es digital... Sí tenemos la intuición de
que el papel de los periodistas seguirá siendo importante, pero en un entorno
en el que no dejan de crecer las exigencias de rigor y compromiso con unas
audiencias que cada día tienen más herramientas para auditarnos”.
Bien se refiere
Lafuente a que el panorama edifica elevados retos, entendiéndose que no hay
espacio para los errores editoriales, frente a un público dotado de recursos
para ventilarlos, saturado de información y sitios abundantes para servirse
cuando quiera, dispuesto a hacer valer su criterio y opiniones variadas que ya
no se pueden ignorar ni ocultar.
En las comparaciones del exdirector del diario español El Mundo, Pedro Ramírez, el periódico
supera la importancia de su soporte, el papel, y a pesar de haber sido siempre
usado, “esa tendencia desparecerá” (Eldiario.es,
2014).
Ramírez define el diario impreso como “un proyecto
intelectual y una manera de mirar a la sociedad”, dejando entender que ese es
su espíritu, al tiempo que vislumbra un futuro más próspero en el oficio, ya
que se puede hacer buen periodismo con el nuevo soporte digital. "Estamos
viviendo la paradoja de que cuanto más palpable es la información más medios de
comunicación cierran".
Se reconoce en
los foros, congresos y debates que la crisis de los medios impresos continúa su
tendencia negativa casi a nivel global. Cifras resumidas en el artículo de La
Prensa (2014) dan cuenta de
la situación:
Solo en España cerraron 197 medios de comunicación en
cuatro años (2008-2012), según un informe de la Asociación de la Prensa de
Madrid. En Estados Unidos, el sitio en internet newspaperdeathwatch.com lleva un inventario de los diarios que han
claudicado. En Norteamérica y Europa, la circulación de los impresos ha caído
5.3% y 5.2%, respectivamente. Curiosamente, todavía crece en América Latina
(2.6%) y Asia (1.5%).
La cronista y
escritora Leila Guerrero, consultada por el diario Elfaro.net (2014), asegura que sí
hay una crisis en los medios de comunicación, aunque no en el periodismo ni los
periodistas. Guerrero, entre los pocos optimistas, cree que todavía los medios masivos tienen mucho por delante. Solo
están pasando momentos de confusión porque notan la pérdida de lectores. La
desesperación los ha llevado a mantener prácticas desacertadas. Por eso, a su
parecer, “yerran en la manera de retener a los que no se les han ido, porque
optan por las notas cortas y simples… Hay medios que están tratando a sus
lectores como si fueran imbéciles”.
Sin embargo, el maestro de la Fundación Nuevo Periodismo
Iberoamericano, Miguel Ángel Bastenier, manifiesta su incredulidad realista
sobre ambos entornos, papel y digital (FNPI, 2014):
El discurso más
habitual es el de que el periodismo sigue vigente pese al advenimiento de la
realidad on-line, que lo único que cambia es el soporte, el espacio electrónico
en lugar del papel, e incluso haciendo gala de un considerable optimismo, que
el papel y el digital pueden seguir su camino juntos en feliz colaboración.
Pero yo no estoy del todo convencido de que la realidad sea tan geométrica; que
el papel se halla en una situación gravísima está fuera de toda duda; son
contados los diarios que ganan dinero y el digital aún no da verdaderos
beneficios.
Ciertamente, en lo digital la brecha entre lo que
escriben los periodistas y lo que leen los usuarios está muy clara actualmente,
por lo cual es otro gran desafío, sujeto a la transformación de los géneros
periodísticos para atizar la inmediatez.
El Internet permite a los usuarios decidir qué leer, ver
y oír, a diferencia de las épocas cuya única opción era comprar el diario
completo y separar la sección de deportes, de entretenimiento. Por ello, Pablo
Boczkowski y Eugenia Mitchelstein, en entrevista publicada por el blogs Periodismo con futuro de Elpais.com (Pereda, 2013), afirman que “el desafío para los medios de comunicación ya resulta
evidente en sus pérdidas económicas, la reducción de ingresos por publicidad
––exacerbada por la crisis económica–– y en la dificultad para retener una
audiencia cada vez más dispersa”.
“El uso de los medios interactivos, especialmente entre
las generaciones más jóvenes, invita a plantearse un cambio de paradigma para
el periodismo” (Fondevila
Gascón, 2008).
De acuerdo con éstos visionarios del periodismo moderno,
podemos indicar que los próximos dos, cinco, diez, quince años, definitivamente
serán cruciales para los diarios de papel, a la vez que para los digitales cuyo
periodismo podría no superar el vacío inmediato, presionados por ser los
primeros en divulgar y por la sed informativa y competitiva de sus propios
usuarios, quienes también divulgan, al instante. Podría ser que esa inmediatez
mantenga a los impresos como profundizadores de los hechos mediante la fuerza
de sus géneros, como algunos lo están haciendo. Sin embargo, el tiempo de
espera para que la situación se estabilice es demasiado y cada año de pérdidas
es irrecuperable, mientras sigan cayendo los lectores y la publicidad.
Eso pone a los periódicos en la situación del gusano en
el anzuelo. ¿Quién quiere comprar un periódico si lo puede leer en Internet? Las
personas suelen decir ahora: “Leo las noticias en Internet”.
Y si el camino convencional se muestra sin salida, el
avance imparable de la tecnología ––aliado y quizá villano–– inevitablemente
exigirá más al periodismo digital, debido a la incursión de la llamada Web 3.0
que supone el alcance de la inteligencia artificial. Ya desde hace años las
salas de redacción de periódicos tradicionales entendieron que responder cinco
o seis preguntas para una entrada noticiosa podía hacerlo la secretaria o un niño
llenando espacios, incluso robots. Esto llevó al perfeccionamiento de nuevos
estilos que solo la inteligencia humana puede crear y en ello resultaron
efectivos los otros géneros periodísticos, los cuales nunca han dejado de
evolucionar.
La integración o fusión de la redacción convencional, a la
sala digital, resulta entonces inminente, y ¡urgente!