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martes, 29 de noviembre de 2016

El decadente reinado de papel

Quienes conocen de historia panameña lo saben. Hubo un tiempo en que la población esperaba con ansias la salida del periódico para enterarse de lo último, lo más importante. Por ejemplo, cuando se lee los inicios de La Estrella de Panamá (1849  The Panama Star – 1853 en castellano), es claro que desde antes del surgimiento de sus ediciones, las publicaciones existentes se imprimían de tiempo en tiempo. 

Es decir, si algo hay que darle crédito a la competencia del Star con su rival The Herald, fue la decisión de salir diariamente (1852  – Panama Daily Star), para ser los primeros en divulgar los hechos importantes.

Sin embargo, enterarse de lo que ocurría en otros países, en medio de acontecimientos como la fiebre del oro de California en Estados Unidos, seguiría siendo objeto de cálculos y esperas, durante mucho tiempo. Los pueblerinos debían esperar a que lleguase a puerto panameño algún vapor de pasajeros proveniente de aquellos lugares, en el cual alguien traería al menos un periódico de esos sitios lejanos.

La historia de la prensa escrita cuenta que los impresos con sus noticias reinaron durante largas épocas, y fue durante el centenio siguiente (1900), cuando le aparecieron dos duros competidores: la radio y la televisión, ambos medios de comunicación social con naturalezas muy distintas al papel, sonido instantáneo e imágenes en movimiento real. Incluso, los eruditos vaticinaron la extinción de los diarios. 

Pero la prensa escrita supo reinventarse, fortaleciendo sus contenidos más allá de la simple noticia y sacando provecho a sus ventajas; entre ellas, el despliegue de espacios tangibles  –no fugaz como sus rivales auidovisuales–, la creatividad a través de nuevos géneros periodísticos, y, sobre todo, la profundización de los hechos importantes para registrar la historia.


Evidentemente, si el avance tecnológico fue enemigo por un lado, por el otro también ha sido un gran aliado para la prensa de papel, logrando reducir el proceso de imprisión en más de un 50% después del mecanismo de Gutenberg. 

Sin embargo, tras la muerte de Fidel Castro, y la ausencia de este hecho histórico en las portadas del día posterior (Sábado 26 de noviembre de 2016), parece que es momento de dejar la piel vieja y la tinta, para seguir en la digital inalámbrica nueva. 

Tema relacionado: Los periódicos de anteayer, el día después del histórico viernes negro


martes, 4 de octubre de 2016

Realidad Virtual-Aumentada o, ¿evolución?



Imagina poder estar al lado de un familiar o persona muy querida que ha muerto y verla otra vez riendo, hablando, compartiendo contigo y creer que te toca. Imagina poder estar en el Ártico, o caminar en ese país donde sueñas ir y por falta de dinero quizá nunca llegues a hacerlo. Imagina, ya no ver las noticias frente a la pantalla, sino estar dentro de esos hechos impactantes como si ocurrieran justo alrededor de ti.
La realidad virtual, y aún más reciente la realidad aumentada, están dando a las personas estas experiencias increíbles. En Panamá, el fin de semana pasado observé cómo niños y jóvenes están siendo cautivados con esta nueva forma de experimentar el mundo, a través de videos 360º, es decir, en los que el usuario se sumerge a una visión más que tridimensiona y donde sea que mire, verá lo que le rodea a sus lados, arriba, abajo, enfrente. Puede arrollarte un tren...
Pregunté a varios chicos y unos más conscientes que otros se mostraron fascinados con las nuevas experiencias. Incluso, mareados y confundidos si escogían el video de la montaña rusa. 
Igualmente, unos más que otros, conscientes también de posibles riesgos como la adicción, o vivir directa la violencia que hay en muchos videojuegos y luego no distinguir con la realidad-real. De hecho, yo mismo recordé otros tipos de experiencias no controladas socialmente, como la pornografía que inunda los clasificados de algunos periódicos, y claro está, abunda en las redes sociales de mayor preferencia.


Solo hay que elegir el tema y la experiencia
que deseas. Fotos Laggon19

NUEVOS DESAFÍOS
Sin embargo, del lado positivo, porque como afirma Ignacio Ramonet, “el lado oscuro del Internet somos nosotros”, debemos confiar que la inteligencia humana siempre deberá discernir entre el bien y el mal, de este mundo, o mejor dicho, de sus actuaciones.
Así que en el campo del periodismo moderno, sin duda, estas innovaciones y nuevas tecnologías presentan ya grandes desafíos, si se miran desde el ángulo de que ofrecen otras formas para contar los hechos, las historias periodísticas, la realidad.
De seguro si eres periodista estarás pensando que aún no hemos podido dominar todos los recursos del Internet y aparatos móviles y dejar a un lado la preferencia por el texto —redactado al estilo de prensa de papel aún— para usar otras formas narrativas, y ya surge otro desafío, podría decirse, para capturar en carne y hueso a los usuarios, grandes y chicos.

EN EL FESTIVAL GABO
Y por el desafío que supone para las sociedades, y para el periodismo actual, el tema de la realidad virtual y aumentada fue parte de los foros del reciente Festival Gabo, en el cual, abro paréntesis, acapararon los premios los medios independientes o alternativos digitales, no los grandes convencionales.
Le tocó por ejemplo a Dan Archer, de @Empatheticmedia, hablar sobre sus experiencias cercanas, vistas desde el modelo de contar historias mediante ilustraciones y cómics, en vez de usar cámaras fotográficas y de videos tradicionales. Por verse la persona dentro de la acción, lo llama “periodismo de inmersión”, tal como ocurre con el modelo de los videojuegos. Lo que se busca es cautivar a las audiencias, en especial los niños y jóvenes, ese mercado generacional.
Debo decir que hace unos años también experimenté con el cómics, tras ver que mi hijo de para entonces 12 años, seguía varias series o historietas en Internet —no necesariamente animadas—. Por el don de poder hacer mis propios dibujos usé dicho formato para contar parte del especial independiente: “Balboa, ¿Héroe o villano?”, con motivo de los 500 años del descubrimiento del mar del sur (Océano Pacífico). Y, además de textos literarios, sumado a la historieta, logré experimentar y hacer hasta un mini cómics animado aficionado (video) para acabar la historia. Fue una faena extensa por hacerlo solo, aunque ciertamente divertida, visualizando atrapar especialmente a los más chicos.

EVOLUCIÓN
Pero ahora las recientes innovaciones nos ofrecen hacerlo más allá de lo estático y el 3D, en realidad virtual, aumentada. No es lo que viene, es lo que está.
Hace unas semanas el canal Syfy de TVcable estrenó la serie “Halcyon”, cuyo protagonismo lo tiene la realidad virtual y donde todo lo que imagines es posible —algo que me recuerda Matrix, con sus respectivas diferencias de mundos paralelos—.
Y desde hace meses, en distintos países, como México, se han realizado festivales de realidad virtual por las innovaciones desarrolladas y su constante perfeccionamiento.
El sábado pasado, los chicos panameños, ofreciendo esta novedad para reunir fondos para una obra social, me recomendaron sumergirme en el video “Evolución”. Un tren me arrolló. Fue mi primera experiencia, mi renacimiento, mi evolución; pero no puedo negar que ya la había imaginado para poder escribirla...

No hay aún conclusiones, solo una pregunta universal: ¿De dónde venimos y hasta dónde llegaremos?


Tal vez te interese otro tema sobre jóvenes: Mafe Far, brazadas de determinación

Tema anterior: "Tolerancia" para los panameños: !Cónchale vale!


lunes, 19 de septiembre de 2016

"Tolerancia" para los panameños: ¡Cónchale vale!


Miles de rostros en uno,
así son nuestras raíces
y solidaridad oceánica.
Foto: Laggon19,
Facultad de Arquitectura UP.
Dicen que es percepción generalizada, xenofobia, no sé, intolerancia de los panameños... Hace poco conversé con una muchacha venezolana y por momentos creí que era yo el extranjero, aquí en Panamá.
La conversación fue casual, sin preguntarnos nombres, y no puedo negar que entretenida. 
Esperábamos el transporte pirata después de la tempestad que inundó calles y sectores de la capital. 
Por tener mi auto en el taller y evitar las mañas de los taxistas, y de paso el metro dañado, había decidido salir de mi apartamento alquilado en la Ave. México y caminar hacia Calidonia, cerca del Mercadito, adonde parquean los busitos piratas que van a las periferias, para llegar a casa de mi madre.

La tarde caída, atormentada, había adelantado la oscuridad nocturna. Los faroles públicos encendieron temerosos sus luces tristes tras amainar el fuerte aguacero. Las ventolinas se escurrían frías e intermitentes entra los edificios y calles mugrosas. 
Gente desperdigada, jauría de carros, relámpagos, truenos; las nubes negras e hinchadas empujaban la convulsión humana.

Me agregué a la fila larga de rostros desconocidos. Le pregunté si ella era la última. Dijo "sí". 
Minutos más tarde, cuando uno se acostumbra al ruido de motores, voces sueltas, frenazos, y respira humo carburado sin que llegue el transporte, le acerqué otra pregunta tímido: 
—¿Por qué la demora?
Así surgieron nuevos temas que desenfrenaron su hablar caraqueño. 
Cuando ella tomó confianza comenzó a charlar con ánimo suelto, como si exteriorizara cada pensamiento, soltó su cabello sedoso, largo, negro genuino, al cual separó una liana y empezó a peinarlo con la punta de los dedos, deslizándolos suave desde la frente hacia abajo. Su rostro al natural parecía esconderse como sus ojos.  Y, ¡cónchale vale!, la muchacha me dijo tantas cosas que me hicieron pensar hondo. Solo escuché atento, si acaso movía breve la cabeza.

Ella me habló sobre su trabajo en una oficina cuyo edificio describió alto, que ganaba bien, que vive con su hermana casada (que tiene esposo e hijos) tras solo dos meses de haber llegado a esta urbe de rascacielos, en su mayoría vacíos. 
Una ciudad a su vez llena de guetos históricos repletos de sobrevivientes a la vida dura; capital rodeada de barrios, barriadas dormitorios y caseríos precaristas donde de los grifos del agua potable cuelgan telarañas las arañas, pensé yo.

"En aquella oficina trabajan otros chamos —explicó sin verme y acariciandose el listón de cabello—, también hay varios colombianos y sureños, nadie más, porque me he dado cuenta que los panameños no saben, no se preparan... He sabido casos que ni para servir tragos sirven”.

Hizo cierta pausa de espera, y siguió diciendo: “Mira que aquí hay venezolanos dueños de escuelas que han subido costos para no tener panameños... -algún pensamiento la desvió- Tú sabes, un dólar aquí son muchos bolívares allá, por eso venimos más acá—admitió—, y con ese gobierno de mierda que tenemos... Claro, acá nos tienen rabia a los venezolanos. Se entiende lo de los empleos y todo porque uno no quiere que vengan a su país a dejarlo sin trabajo, pero los panameños nos tienen rabia...”

¡Rabia! Cinco letras se hicieron común denominador en su alegato.

"Hay que tener más paciencia aquí, para todos los venezolanos...", agregó.

Tanto hablaba la muchacha que no pude evitar pensar como la mayoría de panameños de a pie, o si acaso, quienes ruedan con tanques a media aguja. Esos que suben a un taxi donde ahora la voz que saluda es casi siempre extranjera. Esos que van a fondas o restaurantes o paran en la calle a comer algo y les atiende algún acento foráneo. Los que caminan y alguien le ofrece empanadas con salsa verde a dólar, arepas, papas rellenas, mangú, bueno, eso no, aunque abundan los dominicanos “¡cómo tú tá!”
Como sea, esos que quizá van al súper y ahora les empaca alguna “cheverísima”. Y si no, pues frecuentan el minisúper del  chinito —sin confundir con los que vinieron el siglo pasado—, quien atiende sin entender español, pero al tiempo, cuando ya lo habla, es reemplazado por uno nuevo que solo es risita muda. Esos panameños quienes saben sin embargo que los chinitos suelen caer bien, a pesar que no dan ni el centavo, nunca te quitan los trabajos, aunque desconfían de todos en sus: “minisupe, lavandelía, lestaulante, feletelía, lepalación celulá, intelnet, centlos electlónicos…” Y... claro, también multiplican todo, no solo dinero. Por eso hay  tres, cuatro, cinco cabecitas-espinosas jugando descalzos entre los aparadores, y otro cargado por la mamá en la caja, o alguno sentadito en las pielnas de alguna chinita-baliga-sietemesina, "futulos chinitos palameños".
— ¿Tienes bebés ya? —le pregunté a la venezolana.
— ¿Quién, yo? —preguntó asombrada—. ¡No vale!, mi hermana sí tiene dos…
Por fin la fila se movió. Un busito se llenó tan pronto se orilló, se fue raudo. Volvimos a la espera.
— Aquí las mujeres capitalinas, no todas, solo tienen uno o dos hijos. A las solteras, muchas, ni le preguntes cuándo ni cuántos, no quieren ni hablar de embarazo —comenté.
— Allá en Venezuela…
Ella siguió hablando. Yo seguí pensando… En los nacionales cuyos vecinos nuevos nunca ponen música típica panameña en sus casas o apartamentos, sino vallenata colombiana. —Y los ¡ave marías! que motivan las vecinas proporcionalmente ejercitadas al saludar: “¡quihubo vecino, buenos días!”—. En los que pagan crédito a las mueblerías donde el españolito siempre ofrece dizque gangas. En los que beben en el bar del otro españolito que nadie sabe cómo consigue esas chicas de hablar paisa encantado y las nuevas competencias con aires de ¡no juegues, vale! En los panas que piden salves al indio prestamista, ese que también vende sábanas y perfumes a domicilio. Los meños que buscan vacantes en las construcciones y cuando consiguen hacen amigos nicas, parceros, venecos… Donde incluso los jefes son extranjeros…
De pronto, la fila se hizo menos para nosotros. Un busito arribó en poco tiempo, subimos, nos sentamos juntos, ella a la ventanilla, yo a su lado.
— Como te dije —continuó ella—, se entiende lo de los trabajos y todo, pero aquí nos tienen rabia a los venezolanos por lo que sea...
El viaje fue frío por el aire acondicionado, la lluvia persistente afuera, con tranques, calles anegadas. Vimos un auto volteado en la vía contraria, luces coloridas, sirenas alteradas... 
Ella me habló de lo duro que está vivir allá, en Venezuela; la escasez de alimentos, medicinas, servicios básicos, la delincuencia, la impotencia, la angustia constante. La tristeza de tener familia y no verla por andar lejos.
Se nos fueron los minutos en el camino, hombro a hombro.
— Ya me falta poco para llegar —dije-, y saqué cinco dólares para pagar tres, por ella y por mí sin decirle aún que pagaría lo suyo. Ella sacó su celular para ver algo, creo, lo guardó al minuto.
Entonces hubo ese silencio helado de las despedidas, como dejando los segundos suspendidos para que alguien decidiera cambiar la ruta de los destinos.
Solo cuando faltaba poco para bajarme me preguntó:
— ¿Qué te pasa, estás callado?
— ¡Nada! —respondí enseguida—: Pensando cosas yo, en todo lo que dices.

— ¡Sí! —me cortó con su mirada, ya no la tenía metida detrás de la cortina azabache, cuya liana todavía peinaba con suavidad ostensible hasta el hombro. 
Y con aquella última mirada, desconocida, la cual después le vería de lejos al bajarme, me hizo esta pregunta: ¿Y tú, de cuál parte de Colombia eres?
Mi sonrisa se escurrió sutíl mientras pagaba apurado el pasaje de los dos y me daban el cambio.  "Muchas gracias", me dijo, en modo cariñosa. "Yo soy panameño", alcancé decirle a los ojos, al poner un pie afuera, para caminar.

La capital panameña es una amalgama de contrastes
entre el pasado y lo moderno. Foto: Laggon19


lunes, 8 de agosto de 2016

Pequeño gigante: El beeper, evolución y extinción

Un aparato pequeño que hizo sentir grande a mucha gente. El beeper para el periodismo fue un gran aliado y en Panamá tuvo sus años sublimes, dejando huellas imborrables por ser el pionero de la era inalámbrica masiva.
Hace rato no veo a nadie con dicho dispositivo horquillado en la cintura, por lo que vale la pena honrarlo con una breve publicación, la cual seguramente servirá a quienes siguen de cerca la evolución de las nuevas tecnologías de la información y comunicación.

Fue durante los primeros años de la década de los noventa cuando directores y jefes de las redacciones de periódicos, radioemisoras y televisoras locales aprovecharon la idea de asignar beeper a sus reporteros y periodistas.

Dicho dispositivo pequeño se había hecho útil, especialmente para profesionales como los médicos (y algunos reporteros y fotógrafos) a finales de los 80 en Panamá.

Funcionaba así: la persona interesada en mandar un mensaje o localizar urgente a alguien, marcaba un número de teléfono a una operadora de la compañía de servicio (localizador de personas) y el portador lo recibía en su aparatito, donde estuviera, casi de inmediato.

Era como tener una secretaria a disposición 24/7, y, evidentemente, el servicio tenía su costo. Luego, en los 90, las compañías que brindaban el servicio y las desarrolladoras de tecnologías que fueron perfeccionando el beeper, transformaron los mensajes enviando la propia voz grabada del interesado(a). El portador escuchaba la grabación de quien lo llamaba casi en segundos, aunque rápidamente los tecnólogos y operadores del servicio se dieron cuenta que dicha innovación (sin secretaria en medio), había traído situaciones “no queridas” para los clientes.

De tal manera, después —para mayor privacidad—, durante mediados de los 90 los mensajes fueron transformados a texto con alertas de sonido y vibración (antecesor de la mensajería instantánea móvil de ahora). Claro, este fue el fenómeno cuya popularidad se hizo cada vez más comercial y los usuarios(as) no necesariamente tenían que pertenecer a profesiones 24/7. De hecho ni siquiera había que tener una para portar su fabuloso beeper en la cintura, y lucirlo con estilo, ego, moda, o como se quisiera, porque todo el mundo es importante.


Y como todo lo bueno tiene su final, y si no se evoluciona es desplazado por otra innovación, la extinción de esta tecnología de la comunicación empezó a darse paralela con la aparición fenomenal del celular. En nuestro Istmo, entre 1996 a 1999, especialmente los dos últimos años de esta década de transformaciones.

Otros títulos:


Retrospectiva de las nuevas tecnologías en medios panameños I

viernes, 11 de marzo de 2016

El frío ciberperiodismo en Panamá


¿Será que hacer periodismo web significa simplemente repetir o tomar lo que ya circula en la red?, o en el peor de los casos, ¿lo que informa la televisión y las radioemisoras?
Ciberdiarios Panamá: errores en títulos y repeticiones.




Creo que no soy el único que se hace las preguntas. Y tampoco el único que se ha dado respuestas después de darle vueltas, averiguar, conversar con otros colegas y leer estudios recientes o viejos sobre el periodismo web, su historia, sus avances y el estado actual.

He llegado a pensar incluso que los avances tecnológicos, si bien son aliados del periodismo desde sus orígenes, también tienen efectos dañinos a este oficio, cuya característica siempre ha sido luchar contra el tiempo y los desafíos cada minuto. Entonces uno se cuestiona: ¿será la herramienta o la mano?,  ¿falla el arma o quien la usa?

En mi respuesta definitivamente no es la tecnología la que falla. Los hechos, a pesar de los avances, seguirán ocurriendo en las calles, en las oficinas gubernamentales, privadas, gremiales… Por ende, el buen periodismo se hará siempre cara a cara. Las demás conexiones (redes sociales, páginas institucionales, llamadas telefónicas, comunicados) deben ser utilizadas como recursos de apoyo, siempre sujetos a verificación, mas no como proveedores principales o fuentes primarias de información, tal como está ocurriendo en las salas de redacción web donde hasta se les llama “primicias”.
PERIODISMO HELADO
El periodismo digital panameño continúa refrigerado, congelado, entre paredes y pantallas. Lo sabemos por su condición “siamés” como hemos indicado en nuestros post anteriores.
Lo ratifican investigaciones académicas nacionales en concordancia con publicaciones internacionales. La más reciente, y que aprovechamos para aplaudir, es la del profesor Ramón Salaverría:  Ciberperiodismo en Iberoamérica, lanzada en febrero pasado.
La hemos leído con detenimiento y vale compartir para quienes no, algunas de las acotaciones de éste investigador como coordinador de los colaboradores en 22 países iberoamericanos, incluida Panamá.
“Gran parte de los periodistas digitales de Iberoamérica siguen siendo en 2015 profesionales de perfil bajo: jóvenes sin apenas experiencia periodística, dedicados a tareas muy mecanizadas y, con frecuencia, mal pagados. En este modelo editorial, el ciberperiodismo se torna una manufactura repetitiva, sin apenas valor añadido y poco motivadora. En la práctica, una cadena de montaje. Los periodistas digitales que encajan en este molde casi nunca pisan la calle y su trabajo consiste en nutrir sin cesar su web con contenidos elaborados a partir de informaciones de su medio matriz, noticias de agencia o refritos de las redes sociales. Ciertamente, a poco más pueden aspirar, cuando el número de periodistas disponibles para el medio digital apenas si alcanza muchas veces para cubrir los turnos de guardia en la actualización de noticias.”
DEVERSIFICACIÓN Y PROFESIONALIZACIÓN
Por nuestra experiencia dentro de distintos medios convencionales y digitales, por las charlas de rutina con otros colegas, los estudios u observaciones académicas que desarrollamos y/o guiamos, sabemos que en lo anterior se ubican claramente los medios digitales panameños.
Y mientras así estamos acá, el autor ve mejores tendencias en otros países, los cuales sirven de modelo: “Por fortuna, sin embargo, el panorama no se agota ahí. Como también se pone de manifiesto en las páginas de este libro, el proceso de diversificación y profesionalización de los periodistas digitales avanza con paso firme, especialmente en los medios de mayor envergadura. En estos, las redacciones de Internet comienzan a contar con un número considerable de profesionales; en los medios digitales más grandes, rondan el centenar. Pero, más allá del número creciente, lo más importante es su diversidad: hay redactores de continuidad informativa, reporteros multimedia, editores de medios sociales, diseñadores digitales, infografistas interactivos, productores de video para la web, analistas de audiencias, editores para dispositivos móviles... La lista de perfiles profesionales aumenta a medida que el periodismo digital se extiende y consolida."

La historia del periodismo web en nuestro país coincide en su inicio con la mayoría de las naciones iberoamericanas. El punto de partida fue el año 1995. En el siguiente post daré, a manera de aporte, las fechas que manejo sobre los primeros diarios impresos locales que lanzaron sus versiones a Internet, y las fuentes directas que entrevistamos en aquellos años a bien de realizar nuestra tesis para la licenciatura de Periodismo (1999).


Ciberdiarios Panamá: Noticia con errores.