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martes, 18 de julio de 2017

Los enemigos de la Educación en Panamá

NEGOCIO. Si en Panamá funcionara bien la educación pública, se caería un gran negocio: las escuelas y colegios particulares (de empresarios y de religiones). Lo mismo que pasa en Salud con la CSS y centros de salud (clínicas, hospitales particulares y farmacias que requieren clientes sin escapatoria...)
Si por ley, como ya es en algunos países europeos, los hijos de los ricos y políticos con cargos públicos estudiaran con los hijos pobres, todo lo malo se acabaría, generando verdadera igualdad y transparencia. 

IDIOTIZACIÓN
El problema es que los políticos y gobernantes, y los mismos empresarios, necesitan gente idiotizada  (solo vea el contenido general de los medios, gran efecto ahora unido a lo que se prefiere en las redes). Idiotizados es más fácil manipularlos, dominarlos, hacerlos consumir, llevarlos a votar... Si preguntas a la consciencia ciudadana: ¿el panameño lee? Qué responden todos... Y ¿por qué?: "no tengo tiempo, me da pereza, en verdad no entiendo, busco lo más facilito...", frases ya comunes en la boca de la gran mayoría. 

¿Por qué a las personas en redes sociales no les gusta compartir noticias de altura?

PEREZA CRÓNICA. El problema va más allá de lo que pasa en los salones de clase, incluso universitarios, donde persisten las pruebas de cierto y falso, llenar espacios, pareos o aprender todo de memoria (para olvidar pronto). Todo lo contrario a hacerlos pensar, forzarlos a analizar, proponer y actuar para resolver problemas, cuestionar a los poderosos, quienes por sus intereses garantizan buena vida a sus hijos y sus futuras generaciones (de por vida). ¿Quién tiene la solución? ¿Quiénes deben desidiotizarse? 



Palabras claves: Docencia, educadores, Educación, redes sociales, salud, escuelas, colegios, estudiantes, enseñanza, aprendizaje, Universidad de Panamá, Meduca, Panamá, desempleo.

lunes, 8 de agosto de 2016

Pequeño gigante: El beeper, evolución y extinción

Un aparato pequeño que hizo sentir grande a mucha gente. El beeper para el periodismo fue un gran aliado y en Panamá tuvo sus años sublimes, dejando huellas imborrables por ser el pionero de la era inalámbrica masiva.
Hace rato no veo a nadie con dicho dispositivo horquillado en la cintura, por lo que vale la pena honrarlo con una breve publicación, la cual seguramente servirá a quienes siguen de cerca la evolución de las nuevas tecnologías de la información y comunicación.

Fue durante los primeros años de la década de los noventa cuando directores y jefes de las redacciones de periódicos, radioemisoras y televisoras locales aprovecharon la idea de asignar beeper a sus reporteros y periodistas.

Dicho dispositivo pequeño se había hecho útil, especialmente para profesionales como los médicos (y algunos reporteros y fotógrafos) a finales de los 80 en Panamá.

Funcionaba así: la persona interesada en mandar un mensaje o localizar urgente a alguien, marcaba un número de teléfono a una operadora de la compañía de servicio (localizador de personas) y el portador lo recibía en su aparatito, donde estuviera, casi de inmediato.

Era como tener una secretaria a disposición 24/7, y, evidentemente, el servicio tenía su costo. Luego, en los 90, las compañías que brindaban el servicio y las desarrolladoras de tecnologías que fueron perfeccionando el beeper, transformaron los mensajes enviando la propia voz grabada del interesado(a). El portador escuchaba la grabación de quien lo llamaba casi en segundos, aunque rápidamente los tecnólogos y operadores del servicio se dieron cuenta que dicha innovación (sin secretaria en medio), había traído situaciones “no queridas” para los clientes.

De tal manera, después —para mayor privacidad—, durante mediados de los 90 los mensajes fueron transformados a texto con alertas de sonido y vibración (antecesor de la mensajería instantánea móvil de ahora). Claro, este fue el fenómeno cuya popularidad se hizo cada vez más comercial y los usuarios(as) no necesariamente tenían que pertenecer a profesiones 24/7. De hecho ni siquiera había que tener una para portar su fabuloso beeper en la cintura, y lucirlo con estilo, ego, moda, o como se quisiera, porque todo el mundo es importante.


Y como todo lo bueno tiene su final, y si no se evoluciona es desplazado por otra innovación, la extinción de esta tecnología de la comunicación empezó a darse paralela con la aparición fenomenal del celular. En nuestro Istmo, entre 1996 a 1999, especialmente los dos últimos años de esta década de transformaciones.

Otros títulos:


Retrospectiva de las nuevas tecnologías en medios panameños I